Yo apoyo a Dinamarca

sábado, abril 22, 2006

¡Mi gente buena!


Mi gente buena huele a incieso y procesión; a cirio, lirios y azahar. Mi gente buena se conoce cada palmo del varal que sostiene el palio de su Virgen (mi Gracia y Amparo). Mi gente buena huele a Sentencia, al miedo del condenado, al valor del Salvador. A mi gente buena la coloco a la derecha del texto, como debe ser. Mi gente buena se viste de rojo pasión, de blanco pudor. A mi gente buena la conocí cuando aún era más joven y de ella aprendí a ver Semana Santa, a saber el valor de la amistad, a reconocer a un amigo y a celebrar nuestros 40. Y claro, mi gente buena se rodea de gente también buena, política, pero buena.
Mi gente buena lo mismo te baila una sevillana que se mete bajo un paso para salvar nuestras tradiciones, esas de las que ya, algunos, ni se acuerdan. Mi gente buena educa y vende huevos, ¡con dos huevos!. Al lado de mi gente buena mi hija aprendió a montar en bici mientras, la sangre de esa gente buena la felicitaba. Mi gente buena creció escuchando a Mecano mientras yo me exiliaba en la Alemania recién unificada. Mi gente buena lo mismo interpreta a Anacleto que se ríe a carcajadas mientras cuento la anécdota de los legionarios.
Mi gente buena, cada año, en Navidad, se junta y se ríe para después, en Pasión, respetar el paso del Cristo enseñando a nuestros hijos el valor de lo que es nuestro y que nunca nos quitarán. Con mi gente buena paso vacaciones y trabajo. Mi gente buena tira porterías por salvar un gol imposible. Mi gente buena huele a "Albero" y a camiseta raída con más de 20 años que aún conservo.
Esa es mi gente, mi gente buena a la que admiro y quiero. Mi vida se ha forjado con ellos y entre ellos quiero que siga creciendo. ¡Ole mi gente buena!
Dedicado a mi gente buena.

miércoles, abril 19, 2006

El juez, la justicia y la conciencia

Hace tanto, tanto tiempo que no escribo que no sé si seré capaz de entrelazar las palabras una tras otra con un mínimo de coherencia y de sentido común. No sé si por desidia, por que la vida a veces me vence, o porque soy un soberano gilipollas, no sé, pero hoy me atrevo y desgrano, como un rosario, un mea culpa arrepentido y humillado.
Siempre sigo la columna con la que Pérez Reverte tiene a bien llenarnos cada semana esta España cada vez más descarnada, más carente de piel, de sentimientos, de absurdos sueños que los Católicos Reyes soñaron, Olivares anheló y Felipe V nos creó. Esa España unida, nacional y nacionalista se forjó en Cádiz, luchando contra el invasor y el opresor. Ese XIX nos trajo el liberalismo a España, pero también nos trajo el 98, y la falta de pulso y... como no, un cantonalismo que acabó como el rosario de la aurora.
A él le siguió un XX ajetreado que acabó con una nueva aventura democrática. En ella parecía que todo volvía a la normalidad pero el XXI, amigos, el XXI nos trajo a Zapatero, el juez injusto y sin conciencia que de un plumazo está dispuesto a acabar con todo. Contigo y conmigo, con nuestra idea de nación y con la idea de España. Releo a Pérez Reverte, en su artículo de esta semana y quisiera recomendárselo al Señor Zapatero. En él, un juez decide interpretar la ley por dormir tranquilo. Afortunadamente, aún queda gente que me hace amar a los humanos, pero no es Vd. Señor Presidente.