Ya estamos de campaña, ya llegan los candidatos, todo son sonrisas, besos y abrazos. Que si niño por aquí, que si anciano por allá, que si mercados, que si barrios, que si pitos, que si flautas. Sin embargo, lo que más me ha gustado es la precampaña de la campaña. Esas prisas por acabar las obras; esa ansia de foto; ese afán por inaugurar túneles, corredizos, bibliotecas cerradas, espacios inexistentes, jardines, patios, exposiciones. De repente hemos pasado a ser una ciudad viva, llena de proyectos, de ilusiones, de luz. Una ciudad verde, donde no falta el agua (que se lo cuenten al túnel de Chinales) para regar; una ciudad donde el parcelista ilegal no tiene cabida; una ciudad donde el deporte y la cultura priman sobre lo rancio y lo esperpéntico; una ciudad sin pobres (¿se han dado cuenta que nos hemos quedado sin pobres en los semáforos?), sin miseria, limpia, resplandeciente. Una ciudad que va a tener un aeropuerto que va a ser la envidia de El Prat, Barajas, Dulles, La Guardia, el JFK, Tegel, Gatwick, Heathrow y centenares que ahora olvido. Una ciudad donde el precio del suelo no será más caro que en Los Ángeles, porque la liberalización del mismo y las viviendas de VPO se van a multiplicar como las setas en el campo húmedo del otoño. Donde el empleo no será a media jornada cuando se trabaja la completa, donde la economía sumergida desaparecerá y los sueldos se parecerán más a los de París en Francia que a los de Ouagadougou en Burkina Fasso. Una ciudad, en fin, de ensueño, de locura, donde vivir será más placentero que alcanzar el cielo.
Pero yo quiero vivir aquí, en la tierra. En esta tierra de desencuentros, de políticas vacuas, de alcaldes y alcaldables que sólo quieren su parcela de poder. Quiero vivir en la realidad y, sobre todo, no quiero que me engañen. No quiero que me mientan, que me intenten manipular en la política local, en la del día a día, en la que veo cada mañana metido en el atasco de turno durante cuatro años que, repentinamente, se desatasca a 3 meses de las elecciones. No quiero que me mintáis, no quiero que en los carteles aparezcáis recién salidos de Cambio Radical. Os veo a diario y sé cómo sois, arrugados o "yogurines", a otros no os he visto tan a menudo porque "mía" que está lejos Japón.
Por eso, sólo por eso, creo que nos merecemos la verdad, con su poquito de hipocresía que debe tener la política y la vida, pero sólo eso, una pizca, como la sal en la buena comida, que dé sabor, pero no empache. No juguéis al doble juego del quiero y no puedo eterno, si vais a pactar, hacedlo, pero avisadnos antes, tal vez, nos interese votar entonces a uno o a otro diferente porque ¿quién tendrá Deportes si gana IU y tiene que pactar con el PSOE?
Esta ciudad es hermosa, pero también puede resultar irritante y superflua, banal y provinciana, ruin y oscurantista pero, sobre todo, y ante todo, es una ciudad aún y afortunadamente, lo suficientemente pequeña para conocernos casi todos.