Yo apoyo a Dinamarca

domingo, diciembre 19, 2004

Para mi libertad

Estimados lectores todos:

Por la presente les comunico que en el caso de que deseen realizar alguna crítica en los Comentarios que cierran cada post y que esta crítica no me guste poseo el derecho de eliminarlo. Se lo aviso porque hay mucho cachondón por ahí suelto que no comprende que no se debe criticar nunca una sección del lugar donde uno trabaja. Veamos que les veo cara de espanto y me parece que no se están enterando muy bien. Imagínense, por un momento, que trabajan en el diario El País. Imagínense por un momento que, pongamos por caso son críticos literarios del citado diario. Imagínense, joder con tanta imaginación esto empieza a ser imposible, imagínense repito que una editorial hermana publica un libro, pongamos por caso Alfaguara que como bien saben todos ustedes pertenece al mismo grupo editorial.
¿Se han situado ya totalmente en el citado mundo imaginario? Seguro que sí. Bien, pues un buen día alguien, dentro de vuestra imaginación escribe un libro, un mal libro, que publica la citada editorial y a usted va Ceberio (este sí que es real) y le pide un crítica. Usted, obediente, va y la escribe pero como el libro es malo, pero malo, malo, lo pone de vuelta y media, ¿qué no tienen imaginación para un libro así? Bueno, yo les pongo título, pongamos por caso El hijo del acordeonista. Vale, ahora se sitúan algo mejor en este mundo imaginario.
Ustedes ven que pasa una semana y la crítica no se publica. Bueno, se dicen a sí mismos, esta semana tendrían problemas de espacio. Pasa otra semana y... más de lo mismo. Venga, imaginemos que llaman:
- Buenas, quería saber ¿qué pasa con mi artículo?
- Macho, pero si tú estás despedido, ¡qué haces llamando!
Menudo palo. Este tío se ha equivocado, no puede ser, un periódico tan liberal y tan progre no puede haberme despedido por esto y tu vas y te informas. Preguntas, indagas, esculcas y ¡coño! (perdón) ¡que estos joputas me han despedido! Y lleno de cabreo escribes una carta abierta al, pongamos por caso, director adjunto y le dices, muy finamente que es un inquisidor, que en su diario no se permiten determinadas críticas y que te devuelva las cartas y el rosario de tu madre porque ya no vas a escribir más en semejante periódico.
Y en ese país imaginario (ahora hablo del mundo imaginario y no del periódico) escriben las mejores firmas dudando de la libertad de crítica y de expresión.
Pues señores y señoras (esto queda muy LOGSE, quedaría mejor señoras y señores pero ya no me vuelvo a cambiarlo, perdón) este país imaginario existe, ¿que no se lo creen? Pinchen en los enlaces:
Talante, talante, talante... Si esto lo hacen con los suyos, piensen por un momento lo que pudieron hacer entre el 11 y el 14 de marzo. A mí, la verdad, ya me están temblando hasta las canillas.