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jueves, abril 08, 2004

Exige treinta monedas

Hasta para que lo maten a uno hay que tener suerte y no sentirse defraudado. Los muertos del 11 de marzo y el GEO asesinado en Leganés deben estar revolviéndose en sus tumbas. Probablemente, el explosivo con el que los mataron fue pagado por ellos, la formación de los que los mataron fue pagada por ellos, el odio de los que los mataron fue pagado por ellos, los libros y la comida y el alojamiento de los que los mataron fue pagado por ellos. Esas mismas becas que a nosotros nos deniegan, a ellos, hasta 2002, les eran concedidas con una facilidad vergonzosa.

Serhan Ben Abdelmajid Farjet, alias el tunecino, estuvo becado por el gobierno español desde 1994 y al menos hasta 1998. Ponga un terrorista en su vida, es barato y se lo costea hasta el propio gobierno español. Con estupor observamos cómo hasta hace no mucho tiempo pagábamos subveciones millonarias a HB, con ellas, está claro, pagaban las balas con las que nos asesinaban. Con desprecio, ahora leemos, que nuestro gobierno (me da igual PP que PSOE) ha subvencionado la carrera criminal de, al menos, uno de nuestros más despreciables asesinos.

Treinta mil euros en 5 años, no está mal, sin contar transporte, seguro médico y alojamiento (al menos esto último lo rechazó). La víbora se ha comido a quien la crió, ¿cuántos muertos nos harán falta para acabar con estas subvenciones que huelen a muerte? Aprenderá alguna vez nuestra civilización a darse cuenta que un escorpión será siempre un escorpión.

Nos ha ocurrido como en la fábula, nos ha picado en mitad del río, pero ¿qué querías que hiciera? Soy un escorpión y lo llevo en la sangre. ¡Basta ya de contemplaciones!, ¡no caigamos más veces en el error de confiar en gentes que llevan el odio dentro contra nuestra civilización!. No digo que no bequemos a quien se lo merezca, pero si no hay para nosotros, ¿por qué dar al de fuera? Nuestros colegios sin recursos, mendigando folios, luz y teléfono y a otros, a otros de todo.

La verdad, el tunecino ha sido nuestro Judas particular, exigió sus treinta monedas, ¡tendría derecho a cobrarlas!