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jueves, septiembre 09, 2004

La Pérfida Albión

La Pérfida Albión descansa ya tranquila. Sabe que jamás volverán a encontrar calificativos tan irónicos y al mismo tiempo tan quisquillosos cuando la red de su portería acoja otro gol de España. Las ondas llegan hoy de luto a mi casa, mareadas, hipnotizadas por la noticia que nunca debió producirse. Hoy, hasta la radio de mi casa no quería encenderse, lloraba amargamente su pérdida. Ya lloran las mujeres de los porteros de las plazas, las suegras, las vecinas, y las nietas del más humilde trabajador de la más humilde plaza de toros de España. Era increible su memoria cuando se veía en cualquier plaza a cualquier obrero de la misma él lo nombraba. Bueno, lo nombraba a él, a sus hijos, a su mujer Paquita y a la suegra del vecino de la misma.
Hoy el cesped de los campos de fútbol se ha ennegrecido y el albero de las plazas se ha vuelto zaino. Hoy, el toro enamorado de la luna ha mirado al cielo y ha derramado una lágrima oscura, la más oscura de todas.
Sin embargo, en el cementerio de Villa del Río hay fiesta, saben que desde mañana su aburrida estancia se convertirá en un festín de palabras encarriladas en la vía de la sabiduría. Sus cipreses se han vuelto micrófonos y sus lápidas altavoces de imaginarias radios que retransmitirán mil corridas y partidos.
La pérfida parca ha vencido y se ha llevado de entre nosotros a la voz. Matías Prats Cañete, descansa en paz.